Cómete el Mundo, No el Planeta
Como aquí lo de la receta en realidad es lo de menos (es solo una excusa para echaros el cuento), voy a empezar a narrarla por donde me dé la gana a lo Guerra de las Galaxias:
Lasaña de calçots y vainas de habas, parte II
Imagen de portada realizada por SERGIO BRAVO ÁLVAREZ (sergimilustrador@gmail.com)
Primero vamos a limpiar las habas, separando las semillas de las vainas. Como se suelen comer por separado las habas de sus vainas, este procedimiento lo podéis hacer tranquilamente mientras estáis viendo la televisión o internet y así ya se queda hecho:
– Lavar si se van a cocinar de inmediato; de lo contrario, todavía no porque se estropean antes si están lavadas.
– Cójase un haba, quítese las punticas de abajo (la cola) y de arriba (por donde se engancha a la planta), hágase una raja por la línea lateral y sáquese el contenido del haba. De haber alguna fibra, que no siempre hay, deséchese por poco palatable. Hay veces que cortando la puntica de la vaina con el cuchillo mirando hacia abajo, enganchas la fibra del lateral y así abres el haba toda de una al tiempo que sacas la fibra. Pero yo, al menos, no siempre lo consigo; a veces sí, a veces no. Igual todavía no tengo suficiente práctica en esta materia.

No tengo televisión en mi casa porque en su día no conseguí hacerla funcionar y, de todas formas, hay de todo en internet. Así que mientras estaba al lío de las habas me he puesto un reportaje y me he quedado enganchada. Es muy interesante. Va sobre los dramáticos efectos en el medio ambiente de la producción primaria “convencional”. Bueno, eso de convencional es solo de 50 a 100 años a esta parte porque todo lo de los pesticidas surgió en plan…
– ¿Qué hacemos con todos estos químicos (productos e industria) que hemos desarrollado para matarnos entre nosotros en la Primera Guerra Mundial?
-¡Ah, sí; vamos a utilizarlos para echarlos así a lo loco y sin control sobre el campo que seguro que también mata a los bichitos!
-Pero… nos los vamos a cargar a todos y no solo a los que afectan a los cultivos.
-¿Y? ¿Qué más dará un pajarito más, un pajarito menos? ¡Que se fastidien!
-¿Y no podría tener algún efecto negativo sobre la salud?
-¿Perjudicar a la salud? ¡Qué va, qué dices! Esto es tecnología punta; un avance para la humanidad absolutamente libre de contraindicaciones y posibles errores y fallos.
El hipotético dialogo anterior es una parte de mi particular resumen muy resumido y adaptado de Primavera Silenciosa de Rachel Carson. En realidad, ella se centra más en narrar las barbaridades que se hicieron en Estados Unidos (su país de origen y de residencia) a raíz de dicho hipotético diálogo. Como por ejemplo, echar toneladas de pesticida a los campos de cultivo desde avionetas y, de paso también, sobre las pequeñas poblaciones que había por la zona. Pero, sobre todo, Rachel analiza sus consecuencias: El silencio en el campo ¿Por qué será?. Se trata de un libro escrito en 1962[i],[ii],[iii].
Ahora que lo pienso, ¿a qué me recuerda lo de andar rociando pesticida en el campo como si no hubiera un mañana? ¡Ah, sí! A Castilla León (Valladolid y por ahí), echando veneno allá por el 2009 de forma indiscriminada para acabar con una plaga de topillos que hubo con el dinero de los contribuyentes. Claro que una vez tienes hectáreas y hectáreas del mismo cultivo a lo largo de todo el año, lo cual supone una enorme diana para las plagas; sin apenas vegetación natural entre campos de cultivo, que es precisamente donde podrían habitar los posibles depredadores del topillo (además de conejos, liebres y perdices); y ni un solo árbol en kilómetros a la redonda, donde puedan anidar rapaces que también se coman a los topillos… ¿Quién te va a mantener a raya a los topillos para que no se desmadren y te formen una plaga? Bueno, por lo menos esta vez no lo echaron encima de las casas; vamos mejorando.
[i] Afortunadamente se empezó a aplicar la prevención de riesgos laborales de forma generalizada y en todos los ámbitos desde allá por ese entonces… al menos en los países ricos, porque otro gallo canta en los pobres.
[ii] También es cierto que desde entonces y en gran medida gracias a Rachel, se han ido prohibiendo numerosos pesticidas por sus comprobados efectos nocivos sobre la salud. Efectos que afectan tanto a las personas que están con ellos en primera línea (agricultores, jardineros, etc.) como al consumidor general, ya que, por supuesto, nos llegan algunos residuos de estas sustancias. Sin embargo, hay que tener en cuenta que comprobar pormenorizadamente su toxicidad (sobre todo a largo plazo), es un proceso infinitamente más lento que desarrollar nuevos pesticidas. De esta forma, y al igual que con los plásticos utilizados en la alimentación, estamos expuestos a un montón de sustancias potencialmente dañinas para la salud, pero cuyos efectos reales no han sido debidamente evaluados.
[iii] De nuevo, el anterior punto (prohibición de pesticidas por sus efectos adversos sobre la salud), aplica únicamente a los países ricos. En los pobres es otro cantar: Hay pesticidas cuya venta y aplicación está prohibida en la UE, pero que sí se pueden vender y aplicar en otros sitios (y de hecho, lo hacen). Y, mira tú por dónde, que luego las cosas de este otro sitio rociadas con sustancias prohibidas en la UE, bien podrían acabar en las estanterías de nuestros comercios (y, de hecho, muchas veces acaban en ellas).